El castigo eterno de Tántalo



En la mitología griega Tántalo era hijo de la oceánide Pluto (ninfa hija de Océano y Tetis) y del propio Zeus (aunque muchos otros piensan que su padre era Tmolo, el dios con corona de roble que gobernaba el reino de Lidia). Lo cierto es que a pesar de su ubicación exacta (la cual como siempre difiere entre autores) Tántalo tenía muy buena relación con Zeus. El dios lo apreciaba tanto que continuamente lo invitaba a los banquetes que celebraba en el Olimpo. Tántalo acudía agradecido por la invitación, codeándose por tanto con los dioses más importantes de la mitología griega.

Existen varias versiones sobre los acontecimientos que desencadenarían el trágico destino de Tántalo. Unos dicen que simplemente se trastorno y comenzó a actuar indebidamente, otros tantos aseguran que su relación con los dioses hizo que comenzara a jactarse de ello con los mortales presentándose como alguien totalmente superior. Lo cierto es que todos coinciden en que fueron varias las acciones que propiciaron el cruel castigo de los dioses sobre su persona.

Al parecer fue revelando los secretos que había escuchado en la mesa a todos los mortales de su alrededor, además robó néctar y ambrosía que posteriormente repartió entre sus amigos. Sin duda alguna estos acontecimientos no gustaron nada a los dioses, y en concreto a Zeus. No obstante, la mayor ofensa que cometió fue descubierta antes de conocer estos hechos.

Tántalo invitó a los olímpicos a un banquete organizado en el monte Sípilo (algunos autores dicen que Corinto) descubriendo que no tenía alimentos suficientes para todos. A continuación, ya fuera por poner a prueba a los dioses o simplemente por el trastorno que presentaba, decidió servir un plato especial de su propia cosecha para poder alimentar a todas las deidades. Descuartizó a su hijo Pélope cociendo sus miembros y sirviéndoselos a sus invitados.

Cuando sirvió el guisado de Pélope, los dioses se dieron cuenta de lo que había en el plato y lo rechazaron horrorizados. Todos menos uno, Deméter, que estaba trastocada por la pérdida reciente de su hija Perséfone y sin darse cuenta se comió el hombro del pobre hijo de Tántalo.

Zeus entró en cólera y pidió a Hermes que volviera a cocer el cuerpo de Pélope colocándole un forjado de marfil de delfín en lugar del hombro y dotándole de vida a través de las moiras.

Zeus mato a Tántalo y fue colgado por orden del mismo en un árbol en el Tártaro. A partir de ese momento su condena sería pasar la eternidad colgado de ese árbol frutal sin poder beber agua ni comer nada. A pesar de estar sobre un lago cada vez que intenta coger agua con sus manos sólo accede a mojarse los labios secos y costrosos, propiciándole mayor sensación de sequedad y sed. Además, su árbol cuenta con un gran número de frutos deliciosos, pero cada vez que intenta agarrar uno con las manos una ráfaga de viento termina tirándolos al agua.

Como colofón a este castigo eterno Zeus colocó una enorme piedra encima del árbol, una piedra que amenaza constantemente con aplastar su cráneo. Esto respondía a uno de los últimos crímenes de Tántalo en el que además de robar el mastín de oro de Zeus, posteriormente juró por el dios que no había escuchado nunca nada acerca de ese ser. Algo que sólo sirvió para incrementar la ira descomunal de Zeus.

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